En este blog... hay un poco de todo eso... y es por eso (valga la redundancia), que hoy quiero compartir con todos vosotr@s un poco más de mí... de esas cosas que me gustan y apasionan...
Hace unos días envié un texto para un Concurso de Relato Breve, del que podeis ver más detalles aquí: http://www.clubdeescritura.com/convocatoria/ver/dios-tecnologia/817 os invito a leerlo... sin más... Hace unos días le comentaba a una amiga que mi premio es haberlo escrito... que forme parte del concurso y sobretodo que mis amigos lo lean...
Sin perdón posible.
Sentí ganas de volver a casa y meterme
en la cama. Quedarme allí toda la tarde, toda la semana o toda la
vida podía ser una buena solución. Esta vez no pensaba volver a
perdonarte, esta vez no.
Habíamos quedado a las cinco de la
tarde, de un viernes de invierno, frío, lluvioso, en “El
Capricho”, un bar de moda cerca de la catedral, lleno de parejas y
amigos que quedan a esa hora para saborear una infusión y los
últimos cotilleos de la semana. Como siempre, llegué el primero, me
senté en una mesa libre al lado de la ventana, una ventana de madera
con grandes ramos de flores secas en macetas de color gris, tan
grises como mi vida horas después. En la mesa de al lado un par de
amigas mantenían una entusiasta conversación sobre no sé qué
libro gran éxito de ventas, que prometía consejos a personas de
todo el mundo, para conseguir vivir una vida extraordinaria, llena de
plenitud, de paz interior, lástima que no llegué a oír el título
ni el autor, quizás hubiera sido una buena compra.
Como siempre pedí un té con limón, y
eché un vistazo sin ver nada a la revista doblada que alguien había
dejado sobre la mesa. Pensaba que llegarías tarde, poniendo alguna
excusa que ni tú mismo creerías. Hacía tiempo que había leído en
algún lugar que nadie puede cambiar a una persona, pero que una
persona puede ser la razón para que alguien cambie. Mi razón fuiste
tú. Por ti cambié, o al menos eso creía.
Entre divagaciones y páginas en
blanco, mi reloj de muñeca llegó a las seis. No me parecía que
merecieras más tiempo de espera, esta vez no pensaba volver a
perdonarte, esta vez no.
Salí a la calle y me tapé parte de la
cara con la bufanda, hacía un frío helador, pero la verdadera razón
era que no quería que nadie viera mis lágrimas... parecer débil
ante los demás no es mi punto fuerte. Entre la multitud creí verte
dos veces, falsas alarmas en ambos casos. Quise andar por la cuidad,
perderme en el bullicio de gente comprando regalos de navidad,
caminar hasta agotarme para no pensar, fingir que todo era un sueño,
que nunca habíamos quedado, que ni siquiera te conocía, que el té
con limón me lo había tomado conmigo mismo porque sí, pero la
punzada de dolor que sentía en mi corazón me decía que no eras un
sueño sino una realidad, una pesadilla real sin final ni solución.
Sentí ganas de volver a casa y
meterme en la cama. En lugar de eso, encendí el ordenador, y en
automático revisé el correo... allí estaba: en la bandeja de
entrada, entre publicidad y facturas, tu correo de las 3 de la tarde,
2 horas antes de nuestra cita. Y al lado el botón con la papelera y
su apetecible “eliminar”. Le di con rabia, pero sabiendo que era
recuperable... te mandé por unos minutos a la papelera y me pasé al
Facebook, hablar con algún amigo me vendría bien. 5 notificaciones
y 2 mensajes... manualidades, decoración, moda, algún chiste,
alguna frase para guardar... Volví a los mensajes, el primero de
Irene, la cena de mañana sábado quedaba cancelada porque “ se
ha muerto el suegro de Marisa, un infarto y una faena, en plena
mudanza que están, qué follón, si tienes un rato la llamas, ya
sabes que confía mucho en ti y le vendrá bien desahogarse, de paso
le puedes echar una mano con Jaime, el peque te adora. Un beso,
hablamos”. El segundo de Paco, “Sabes algo de Julián?,
ha sido grave?, estos críos en moto que no miran por dónde van...
Luego te llamo.”
Un tsunami arrasó mi vida en aquel
momento. Volví a la papelera, allí estaba tu correo de las 3 de la
tarde: “Martin, perdóname. Sé que soy un cobarde, no debería
haberte dado nunca la más mínima esperanza, pero es que tú me
gustabas, desde el primer día que te vi en aquel despacho de la
facultad, con tu bufanda marrón llena de bolitas y ese aire de
despistado que te daban las gafas de pasta en verde pistacho. Te
recuerdo siempre así, entre despistado y concentrado, con tus
apuntes, tus carpetas bajo el brazo, tu bolso lleno de libros por
leer. Después vinieron cientos de tardes, que tú recordarás tan
bien como yo, de dudas por resolver, de problemas que compartir, de
sueños que no llegaron a ver la luz. Hemos quedado a las cinco, pero
es que a esa hora también he quedado con Marta, y con sus padres,
para ver el piso que vende su primo, ya sabes, ese que te comenté
que se va a Madrid. El piso es grande y una ganga, ideal para una
futura familia, la que quiero formar con ella, ya, ya sé que estarás
pensando que soy un cobarde y un miserable, pero no es tan fácil, no
puedo dar un giro tan brutal a mi vida, dejar a tanta gente en la
estacada, entiéndeme y sobretodo perdóname. Creo que sería mejor
que no volviéramos a vernos. Te deseo lo mejor, porque te lo
mereces. Eres una gran persona, de eso no me cabe la menor duda.
Siempre en mi recuerdo. Julián.”
Cogí el móvil y llamé a Paco, sólo
él podía resolver las dudas que rebotaban en las paredes de mi
cerebro. Comunicando. Volví a llamar cuatro veces más, seguidas,
apresuradas, los dedos me quemaban en el móvil, necesitaba
respuestas, por fin escuché la voz de Paco al otro lado del hilo
telefónico contándome lo que nunca habría querido oír, en la
Calle Florida, esquina con General Mola, una moto te había
atropellado, un chaval de 20 años que iba como un loco, sí los
servicios de emergencias habían llegado en tres minutos, pero el
golpe en la cabeza había sido mortal, no pudieron hacer nada, se lo
acababa de contar Juan, tu socio, tremendo, un desenlace tremendo, “a
punto de casarte que estabas”, “tu novia destrozada”, sí, como
te lo cuento... Yo hacía rato que no oía nada... el móvil había
caído en la alfombra y poco después se apagó... Calle Florida, al
lado de “El Capricho” eran las palabras grabadas en mi cabeza...
y si en el último momento ¿habías cambiado de idea? ¿y si al
final habías decidido apostar por mí? ¿y si...?
Un día más... ¡¡¡gracias por vuestro tiempo!!!.
Susana, me ha encantado tu cuento y con tu permiso se lo voy a pasar a un amigo que rompió hace poco con su novio y anda algo alicaído.
ResponderEliminarCreo que le va a venir muy bien
Enhorabuena por decidirte a escribir, por tocar un tema que todavía levanta ampollas y por haber conseguido un relato tan bonito. lo leí de un tirón con una facilidad pasmosa.
Mucha suerte en el concurso
Un abrazo
Curra, mil gracias por tus palabras. Pásaselo a tu amigo y a quien quieras, me encanta saber que te ha gustado y que lo recomiendas...El tema del concurso es complicado, yo soy una mera aficionada sin apenas tiempo... pero que mis amigos lo lean ya es un premio en sí mismo... Besos.
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ResponderEliminar¡¡ Enhorabuena Susana !! Me ha gustado mucho ... consigues enganchar al lector y que tenga el corazón en vilo de un renglón hasta el siguiente. Te deseo la mayor de las suertes en el concurso
Un beso
Susana
Gracias Su!!! Me alegra que te haya gustado... de todas formas creo que mis amigos sois poco objetivos...jejeje... Seguiré escribiendo cositas, y algunas espero "atreverme" a publicarlas. Gracias por tu tiempo y tus palabras. Un besazo.
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