"El instinto de la felicidad funciona incluso en las situaciones más difíciles".
Luis Rojas Marcos.
Con esta rotunda frase comienza una interesante entrevista a Luis Rojas Marcos en http://www.elmundo.es/, psiquiatra, investigador y profesor español (Sevilla-1943) residente en Nueva York. Os adelanto un pequeño resumen:
En plena crisis económica, y rodeados de noticias que van minando nuestra alegría diaria, Luis Rojas Marcos dice haber identificado los protectores de la dicha. En su nuevo libro 'Secretos de la felicidad', enumera además los mecanismos neuroquímicos que están detrás de las emociones placenteras.
¿Por qué escribe sobre felicidad?
La medicina hizo un cambio significativo hace 20-25 años y fue cuando nos dimos cuenta de que no basta con curar las enfermedades, sino que es importante valorar el estado inmunológico y emocional, qué cualidades tenemos los seres humanos naturales que nos protegen o que nos ayudan a superar situaciones difíciles en la vida. Se empezaron a investigar temas como el optimismo y la felicidad, la capacidad de relacionarse... Es un tema que antes trataban los filósofos, pero no se había estudiado de una forma metódica. De ahí que yo también entrase en ese mundo, de estudiar la influencia de las cualidades positivas.
¿Es usted feliz?
Yo me doy un 8,5. Ese número va a ser muy parecido en muchas personas diferentes, aunque cambies de país, excepto en aquellas que no tienen cubiertas sus necesidades y también en las personas que están deprimidas. Al 80%, si le preguntas, va a dar más de un 5, hombres, mujeres, mayores...
¿Los españoles tienen alguna particularidad?
Aquí no se habla de la felicidad. No se presume de ser feliz. En Estados Unidos, en cambio, se glorifica la felicidad, y no es que sean más felices (normalmente se puntúan también con un 7 o un 8), sino que la cultura fomenta hablar del tema, hasta el punto de que la mayoría de las personas creyentes piensan que cuanto más feliz eres más probabilidades tienes de ir al cielo.
¿Por qué les cuesta tan poco ser felices a los niños?
Porque el instinto de la felicidad es genético. Todos nacemos con la capacidad de proteger y buscar nuestra satisfacción de la vida, necesaria para que la especie continúe. Los niños, si les dejamos tranquilos, de forma natural van a ser felices, porque está en sus genes. Incluso algunos que pasan por una infancia muy dura, luego les preguntas cómo de felices son y te dan un 7 o un 8, porque lo han superado. Normalmente, el ser humano tiende a sentirse bien.
¿Cómo se potencia la autoestima en un adulto?
En una persona adulta es más complicado, a no ser que su autoestima haya bajado por algo concreto. En ese caso, estas personas son más fáciles de ayudar. Por ejemplo, si está deprimida porque ha roto con su pareja o tiene problemas en su familia, es lógico que la autoestima baje. La cuestión es superar ese problema.
Ahora, si la persona ha crecido con una autoestima baja y se mantiene, cambiar eso requiere tiempo y mucho esfuerzo, y dinero por lo menos en Estados Unidos, porque es algo que se ha consolidado. Hay que empezar a hacer listas, para encontrar algo con lo que se encuentre bien. Y comenzar a desarrollar parcelas que la persona pueda desarrollar para aumentar su autoestima.
¿Se puede ser feliz con una situación económica difícil?
Sin conocer el caso concreto no se pueden dar consejos buenos. Si una persona no tiene empleo, lo primero que le preguntaría es cómo se siente. Y probablemente nos llevaríamos una sorpresa. Porque es fácil que nos diga que bien. Porque puede decir: 'Aunque no tengo trabajo tengo la suerte de que mi familia me ayuda, y me entiende, y también me he organizado mi día, hago deporte, leo más... Del cero al 10, estoy en un 6'. El instinto de la felicidad funciona incluso en las situaciones más difíciles. Nacemos con esa necesidad de sentirnos bien. De forma instintiva echamos mano de protectores. Hay algunos que podemos trabajar mejor, también hay que diversificar.¿Hay muchas personas que no se fían del psiquiatra?
Sí, y muchas otras que no van por miedo al que dirán. La enfermedad mental tiene mucho de estigma, no en todos los sitios, por ejemplo en Nueva York hay gente que presume de ir al psiquiatra. Pero todavía ir al psiquiatra no es fácil, sobre todo en los pueblos o en las ciudades pequeñas.
Usted, psiquiatra, ¿ha ido alguna vez al psiquiatra? ¿Ha tenido alguna vez depresión?
Sí. Cuando murió mi padre, estaba en Nueva York. Él había sido un buen padre, pero era autoritario. Luego me fui y nunca hablamos. Me hubiera gustado hablar con él, aclarar cómo me sentía con él. Me sentí deprimido. Y me ayudó ir a un colega.
Después del 11-S, que lo viví muy cerca, me dediqué a trabajar. No notaba nada hasta que un día empecé a sentirme raro. También fui a hablar con un colega y le conté lo que había vivido aquel día y aquella semana.
¿Tomó alguna medicación?
No, no me la recetaron, pero me la hubiera tomado.
¿Cuáles son las herramientas para conseguir la felicidad?
Hablar, contar historias... Contar algo que no entiendes bien, al hablarlo lo organizas, y al organizarlo empiezas a entenderlo, a darle sentido. Cuando empecé a hablar con mi colega sobre el 11-S, le empecé a contar mi historia, y de esta manera le di su significado. Por otro lado, está demostrado que el ejercicio físico es muy útil para la mente.
Usted empezó a correr a los 40 años, ¿por qué lo hizo?
Por la hiperactividad y el estrés. Mi mujer me dijo: 'Mira Luis, no hay quien te aguante'. Yo nunca había hecho ejercicio. Lo mío era aplicar la energía en otra cosa. Ella me convenció y compró una cinta [rodante] que puso en el dormitorio. Fue un reto. Recuerdo que corría dos minutos y tenía que parar. Pero con el tiempo notaba que me sentaba muy bien aquello de sudar. Así que pasé al parque y vi que me gustaba. Y cuando alguien me dijo: '¿Por qué no corres un maratón?' Lo intenté, y ya llevo 19 maratones.
De cada respuesta, de cada reflexión casi, se podría hacer una entrada... pero Luis Rojas Marcos tiene el poder de utilizar un lenguaje tan sencillo y claro, que mejor no añadir nada más, que cada cual tome nota de aquello que crea que le puede venir bien para su día a día... Trato de no olvidar que "lo bueno si breve, dos veces bueno".
¡¡¡¡FELIZ MIÉRCOLES!!!!
¡¡¡¡FELIZ MIÉRCOLES!!!!
Muy interesante. Me quedo sobre todo con la reflexión sobre los niños: es verdad que son felices con cualquier cosa, y que pasan de la tristeza/enfado a la inmensa alegría e ilusión en un instante... ¡Qué pena que eso cambie!... ¡Qué pena que hayamos cambiado!
ResponderEliminarJose, y por qué no te planteas que "eso" puede volver a cambiar? Sólo hay que identificar lo que quieres conseguir y esforzarse un poquito cada día, seguro que no es tan difícil!!!!
EliminarBesos.
Estoy de acuerdo en que nacemos con la cualidad del disfrute y de ser felices, y creo que si nos empeñamos en ello, vamos en el buen camino, aunque también es cierto que creo en "momentos felices", "instantes de disfrute", en el mundo adulto siempre hay alguna preocupación que nos "enturbia" la felicidad. Pero como decía Blaise Pascal "Estando siempre dispuestos a ser felices, es inevitable no serlo alguna vez". También en todo ello influye mucho la actitud, no podemos evitar lo que nos pasa, en muchas ocasiones, pero sí la forma en la que afrontamos lo que nos sucede
ResponderEliminarSer feliz es cuestión de actitud la mayor parte de los veces, pero hay que entrenarse. Hay que pensar en ello. Hay que disfrutar.
ResponderEliminarCuando hay que forzarlo, entrenarlo, empeñarse en ello... es que no sale con naturalidad... eso es lo que hemos perdido, a eso me refería.
ResponderEliminarJose, mi idea era hacer un comentario más largo en el que explicara mi idea que no difiere en lo fundamental de la tuya.
EliminarCreo que en España, todavía seguimos pagando las consecuencias de la guerra civil en muchas cosas que no tienen que ver con ella. La generación que hoy está en los ochenta años y la siguiente que es la mía en la cincuentena, en tanto que heredera directa suya, sentimos cierto miedo a la hora de experimentar la felicidad, es como si decirlo en alto, hacer alarde como hacen los americanos estuviera reñido con el sentido común, como si el miedo y la tristeza por las consecuencias de la guerra, hubieran teñido nuestras vidas y nos pareciera de mal gusto exteriorizar la alegría, salvo en momentos puntuales.
Por supuesto que es una pena y por eso digo que hay que entrenarse para aprender de nuevo a ser feliz y a disfrutar con las cosas que no nos venden como creadoras de felicidad